La última noche es una película magnífica en todos los sentidos.
Todavía no se si podré hacer una crítica a la altura de este film. Creo que su visionado debería ser obligatorio en los colegios, y en las escuelas de cine, pues para los primeros les podrá hacer reflexionar acerca de muchos temas, mientras que a los segundos les será útil para saber acabar una película, comenzarla, y tener un sentido del ritmo y llenarnos de imágenes con un poder tremendo.
Las horas están contadas para la libertad de Monty Brogan (Edward Norton). Empieza la cuenta atrás: en tan sólo 24 horas, deberá ingresar en prisión, donde pasará 7 interminables años por tráfico de drogas. Habiendo sido una vez el rey de Manhattan, Monty está a punto de decir adiós a las luces de los flashes, a sus sueños de grandeza y al único tren de vida que conoce -una vida que le abrió las puertas de los clubes más exclusivos de Nueva York, pero que también lo alejó de las personas que más lo querían-. En su último día en libertad, decide poner su vida en orden con las personas importantes de su pasado; intentará volver a encontrarse con su padre (Brian Cox), que nunca ha renunciado a su hijo, y reunirse con sus dos mejores amigos de juventud, Jacob (Philip Seymour Hoffman), un tímido profesor, y Slaughtery (Barry Pepper), un brillante broker de Wall Street. Sin olvidar a su novia, Naturelle (Rosario Dawson), que puede –o no– ser la persona que lo delató a la policía. En este momento, Monty no está seguro de nada, pero el tiempo se acaba y debe tomar una decisión. (FILMAFFINITY)
La película dirigida por Spike Lee (un tío que mejora con el paso de los años, aunque a veces canse con su tema racista), sobre un guión de David Benioff (que escribió la novela en la que se basa el film), tiene una fuerza visual imponente, dotando de vida propia a la ciudad marcada por la tragedia del 11-S. Durante toda la historia, el metraje no decae en ningún momento, y el ritmo va arrastrándote hasta llegar a un final que te sienta igual que los golpes que recibe Monty Brogran, y cuando aparece el cartelito con el “The End”, lo único que se ocurre es quedarte quieto, sin decir nada. Sólo te quedas en silencio.
Pero está película, que tiene un maravilloso guión, no sería nada sin sus actores. Todos están estupendos en general, pero por encima de todos emerge un IMPRESIONANTE Edward Norton, que sigue dando la razón a aquellos que le consideran el mejor actor de su generación. Se come la pantalla en cada una de sus escenas, y tiene dos momentos que perfectamente podrían pasar a la historia del celuloide. Le acompañan Philip Seymour Hoffman, que hace lo que mejor sabe de hacer (y que conste que no es a mala idea), un perdedor, y Barry Pepper como Frank, su mejor amigo. También aparece Brian Cox como el padre de Norton, y en los momentos que dispone en pantalla sencillamente clava la interpretación, teniendo además la escena cumbre de la película. En cuanto a la parte femenina, tenemos por un lado a Rosario Dawson, novia del personaje de Norton, cuya belleza irradia la pantalla, y Anna Paquin, que realiza el papel de cierta “Lolita” para uno de los personajes (a mi particularmente es el personaje que menos me gusta, pero esta chica no lo hace nada mal). Y también al perro de Monty. Fíjense si la película es buena, que el perro ni molesta y es uno más de los actores.
En resumen, una grandísima opción para pasar frente al DVD, cualquier día. No se la pierdan, y si pueden, reflexionen sobre lo que han visto.
Lo mejor: Su ritmo, actores, guión, dirección, ambientación, es resumen… TODO
Lo peor: Que se acabe.
La escena: Dos: El monólogo frente al espejo, que es absolutamente la mejor escena de los últimos 10 años en el cine (debeís ver esta escena aunque sea por Youtube), y los últimos veinte minutos de película, bestiales.
Nota: 9
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