Crónica de una muerte anunciada

El tiempo se agota, la grada comienza a mirar hacia el vacio, el estadio se va poco a poco silenciando, los jugadores siguen luchan hasta el último segundo, el estadio se contiene… Hasta que una bocina fatídica nos advierte de que todo ha llegado a su fin.

Todo se ha terminado. Los niños se quieren ir, los jóvenes agachan la cabeza, los mayores comienzan a recordar tiempos mejores, los jugadores desfilan cual pelotón de fusilamiento hacía un túnel que les conduce a su final…

Todo había comenzado de mala manera, los gladiadores sufrían cual saco de sparring frente a un vulgar boxeador que quería destrozar algo grande. Todo estaba preparado para una fiesta que al final se tornó en tragedia. Pero después de llevar un golpe tras otro, los gladiadores no dieron nunca la vuelta atrás, y si tenían que morir, lo harían agonizando en la orilla y con la cabeza alta. Se levantaron sobre sus cenizas y vieron que con un poco más de suerte, todo era posible. El estadio, hasta entonces cual funeraria, vio otra actitud, y un sentimiento de orgullo, casta y rabia que comenzó a llevar al palacio entero y levantó a todos aquellos que allí se habían reunido de sus asientos. Y nos dejamos llevar por la euforia, pero no contábamos con que enfrente teníamos a otro gladiador que se jugaba la vida como nosotros, y no quería ser una mera comparsa. Intentamos, una y otra y otra vez, pero no fue suficiente. Y así se escribió lo que llevaba en nuestras cabezas mucho tiempo, pero no nos lo queríamos creer. Ayer nos despertamos del sueño, y nos tocó vivir la cruda realidad. Que pena, que oportunidad…

Pero ahora debemos levantarnos, debemos luchar por volver a ser nosotros mismos, y no echar a los leones a este equipo. Por un equipo, por una ciudad, por una ilusión. Que no perdamos la esperanza por un revés del destino. Y a esos que se han dejado la vida en el campo de batalla, démosles el cariño del que hace gala está ciudad.

Si uno se cae mil veces, se levantará otras mil. Nuestros caminos volverán a encontrarse. ¡Arriba GIJÓN!